Andrés Felipe Villar - Coordinador General de Pastoral
Sep 19, 2022
La Escuela Católica hoy no es, ni debería ser, lo mismo que era hace 100 años. La sociedad ha cambiado, la cultura, los gobiernos, la misma Iglesia ha cambiado; aunque el mensaje salvífico permanece y la misión principal de la Iglesia Católica se mantiene, es necesario leer los signos de los tiempos para acoplarse al mundo actual sin perder la identidad.
Es por esto que la Escuela Católica ha cambiado significativamente con el paso de los años, a continuación queremos comentar algunos de los cambios más significativos desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy.
Antes del Concilio Vaticano II la Escuela Católica en occidente era lo que se conoce como una Institución Confesional Tradicional. Dado que la Iglesia aún mantenía un vínculo muy cercano con la sociedad, e incluso con los gobiernos, los colegios católicos representaban un gran porcentaje de los colegios en su totalidad por lo cual la Escuela Católica reafirmaba su identidad sin preguntarse como dialogar con su contexto.
Es a partir de este Concilio que surge la declaración Gravissimum Educationis en la que se establecen las reflexiones conciliares respecto a la educación. Desde este momento, unido a una mayor presencia de educación secular en occidente y una mayor separación entre cristianismo y sociedad, es que la Escuela Católica empieza a indagar sobre la manera en la cual se debe relacionar con su contexto, fortaleciendo así, que la educación y el mensaje católico tienen un mensaje universal.
"Desde la Fundación San Antonio optamos abiertamente por el modelo Recontextual, en el cual podemos abrirnos a los signos de los tiempos sin perder nuestra identidad y nuestro Espíritu profundamente católico".
La respuesta fue, en su momento, pasar de una Institución Confesional Tradicional a un modelo educativo llamado Educación en Valores. Este modelo centra el mensaje católico en los valores, argumentando que, sin importar las creencias personales, los valores católicos son universales y por lo tanto educar en dichos valores tiene una importancia universal.
Este modelo de educación es muy efectivo y tiene grandes resultados hasta inicios del nuevo milenio, cuando (especialmente en Europa) la separación entre la cultura y el cristianismo aumenta a tal punto que la sociedad empieza a rechazar abiertamente los valores católicos. En este momento, en el cual aún nos encontramos, es donde surge la pregunta de ¿cuál es el rol que debe tomar la Escuela Católica?
"La Escuela Católica hoy no es, ni debería ser, lo mismo que era hace 100 años. La sociedad ha cambiado, la cultura, los gobiernos, la misma Iglesia ha cambiado..."
A esta pregunta surgen tres posibles respuestas, la primera es que las Escuelas Católicas se deben centrar exclusivamente en las familias, estudiantes y comunidades que aceptan y promulgan el catolicismo, siendo así que parte de su labor es cuidar y proteger a dichas comunidades de las amenazas que representan otros puntos de vista; este camino se llama Reconfecionalización.
La opción opuesta es optar porque el mundo moderno requiere una educación secular, con lo cual las Escuelas Católicas deben optar por modelos seculares y mantener el mensaje evangélico en otros contextos, tomando así el camino de la Secularización.
La tercera y última opción es la Recontextualización o Inculturación, en la cual se afirma que el fortalecer la identidad católica de las escuelas no implica cerrarse al diálogo con diferentes contextos y con el mundo actual, por el contrario, implica abrirse a otras perspectivas, presentando siempre el mensaje y el Espíritu propio de la Escuela Católica como una opción de vida, de tal manera que el estudiantepueda confrontar su vida y su realidad frente a dicho mensaje (que más que un mensaje es una persona, la persona de Jesús) libremente. De tal manera que la Escuela Católica continúa teniendo una vocación universal sin importar los cambios en los contextos. Desde la Fundación San Antonio optamos abiertamente por el modelo Recontextual, en el cual podemos abrirnos a los signos de los tiempos sin perder nuestra identidad y nuestro Espíritu profundamente católico.